“Martina, le he estado dando vueltas y creo que deberías denunciarlo” ¿Pero qué estás diciendo? No puedo hablarle así, se asustará. “Martina, no tienes por qué tolerar lo que te está haciendo, por mucho menos han salido noticias en la tele”. No, no, así tampoco. Tengo que entrarle más suave, con más tacto. “Escucha Martina, que he estado pensando en lo que me contaste y deberías dejarlo. Siento decírtelo pero creo que eso no es amar a una persona”. Ufff, tampoco, más suave todavía, que si no, me dejará con la palabra en la boca.
-Cariñooo, la comida está en la mesa. Date prisa que se enfría y llegarás tarde a la oficina. No quiero que el tonto de Dani te saque los colores de nuevo…
-Bajo ya- se escucha desde el piso de arriba.
Él, mientras se sienta en la mesa, coge el mando a distancia y baja el volumen de las noticias de mediodía.
-¿Algún informe de última hora?- le pregunta su marido.
– No, hoy hemos tenido una charla y estaba releyendo una información que nos han dejado.
– ¿No dices que esas charlas son una pérdida de tiempo? Sinceramente, a mí también me lo parecen.
– Sí, pero hoy ha sido muy interesante y lucrativa. De las que más han valido la pena escuchar.
– ¿Ah, sí? Cuéntame que es eso que te ha fascinado tanto.
– Cariño, no se trata de fascinación, sino de preocupación. Hoy la charla no la ha hecho Miguel, de recursos humanos, hoy ha venido una asesora de igualdad. Creo que nos ha abierto los ojos a todos en muchos aspectos. Hasta Dani me ha ofrecido un café cuando ha acabado la sesión.
-¿Una asesora de igualdad? ¿Ha sucedido algo en la empresa?
– No, y no hay que esperar a que suceda para estar informados, cariño. Esa es una de las cosas de las que hay que concienciarse.
– Lo sé, lo sé, solo que me ha parecido extraño. Debe ser que estoy acostumbrado a oír tus quejas por el tipo de charlas que organiza Luis el del comité de empresa.
– ¡No me hables de Luis! El muy caradura lo primero que ha dicho cuando ha visto a la asesora es que con ese escote y esa minifalda cómo se atrevía a dar lecciones de igualdad- deja los cubiertos encima de la mesa visiblemente entristecida. – No me lo podía creer. Ese comentario estaba totalmente fuera de lugar y, además, la estaba juzgando sin conocerla.
– Tranquila cariño, por desgracia aún hay gente así- le dice en un tono en el que aprecia su empatía mientras le coge la mano.
– Es que era precisamente de esos prejuicios de los que estábamos hablando y de las consecuencias que derivan de ellos, y él estaba allí…
– Mira, han asesinado a otra chica, ya van dieciocho desde que comenzó el año. ¡Qué barbaridad! ¡Esto no hay quien lo pare!- le interrumpe, mientras en la televisión se ve como sacan el cuerpo de la joven de la vivienda envuelta en un sudario blanco. En la franja inferior de la pantalla se puede leer: llama al 016.
“Al 016 debería llamar Martina. A buenas horas consentía yo lo que está permitiendo ella. Todo empieza así, con pequeñas dosis y acabas saliendo envuelta en un sudario blanco. Tiene que llamar ya, sí o sí. En menos de diez minutos me presento en su casa para convencerla… El trabajo puede esperar en esta situación” piensa con determinación.
– Siento que hayas estado cocinando para nada cariño, pero se me ha ido el hambre- le dice ella mientras coge su maletín. –Me voy a la oficina, así adelanto unos informes que tengo pendientes.
– Cariño, no has comido nada. Sé que es un duro golpe para todos, sobre todo para vosotras, pero quiero saber que estarás bien.
Le da un beso en los labios, lo mira a los ojos, le da otro y sale de casa con un único propósito.
Está indignada “Que se lo lleven los demonios”, piensa. La noticia de esa pobre chica la ha hecho estallar.
¡Ya está bien! ¿De qué vale ver carteles de No es no en el metro y en cualquier rincón de la ciudad? ¿Para qué en Facebook se comparten imágenes de apoyo ante este tipo de situaciones? ¿De qué sirve tanta charla y tanto teléfono de atención a maltratadas si a la hora de actuar no nos ponemos en marcha?
Y así, con la fuerza de un puño levantado al viento, se dirige a casa de Martina. Pero claro, cuando la ve, toda esa fuerza se viene abajo. De nada le había servido ensayar en casa, porque hay reacciones que no se pueden prever.
– ¿Qué haces aquí, Sandra? ¿Vienes a invitarme a comer o… ya has comido y me vas a contar que alguien del trabajo suspira los vientos por ti?- le pregunta Martina intrigada.
– No, ya he comido. O mejor dicho, he empezado a comer, pero me ha entrado un terrible dolor de estómago y no he podido continuar.
– ¿Y eso? ¿Te encuentras bien?
– La verdad es que no. Ese dolor de estómago que tengo es por ti, Martina. Me preocupa, y mucho, aquello de que se acostara contigo sin que tu quisieses… sin tu consentimiento.
– Mujer, no lo digas así que suena un poco bestia.
– ¿Qué suena bestia? La bestia es tu novio… ¿o es que no lo ves? ¿Tú lo querías hacer cuando él insistió?- le pregunta cogiéndola del brazo, hablando seco y mirándola fijamente a los ojos.
Martina niega con la cabeza.
– ¿Y qué piensas que es una relación sexual sin tu permiso?
Hay un silencio.
– ¿Quieres que te lo diga?
Más silencio.
Con la voz temblorosa, Martina intenta poner una excusa:
– Eso solo le pasa cuando ha bebido y se pone un poco contento; ¿Cómo quieres que le haga parar en ese momento?
– ¿Cómo que solo le pasa cuando se pone un poco contento? ¿Es que ha habido más veces?
Martina asiente y los ojos se le llenan de lágrimas.
– Martina, reacciona, cielo, no está pasando en la tele, te está pasando a ti. ¡Y te lo está haciendo tu novio! ¿Cuántas veces más quieres que pase? ¡No eres suya! No puede disponer de ti cuando le plazca… ¿entiendes? Yo pensaba que a estas alturas teníamos todas claro que Solo Sí es Sí. ¿A qué tienes miedo, Martina? Un tío que te fuerza a tener relaciones no te ama, eso no es amor. Siempre se está a tiempo de decir ¡ya basta!
Martina no respondía. Se había quedado muda. Los abusos a los que le había sometido su novio le hacían sentir, sucia, desconcertada, indefensa, frágil. Y la fuerza con la que su amiga la había asaltado, la había dejado totalmente sorprendida y descolocada. Pero no podía evitar sentirse fascinada por su coraje y su firmeza y la escuchó de nuevo atentamente.
– Tenemos dos opciones: me voy a trabajar a la oficina a aguantar a Dani o vamos a la policía a poner punto y final a este asunto. Martina, tú decides.
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