II Concurso de relatos breves de la Biblioteca Municipal
Título: Buscando la felicidad
Autor: José Ignacio Cernada García (La Unquera, Cantabria)
Categoría 1 (niñas y niños de 8 a 11 años)
No hace mucho tiempo un anciano empezó a encontrarse mal. Su familia
pensaba que alguna enfermedad grave le estaría debilitando, y por esa razón, no
escatimaron en visitar a los más caros médicos de toda España. Estaban muy
preocupados ya que el abuelo se acababa de jubilar y era tiempo para disfrutar y
descansar después de haberse dedicado a la enseñanza toda la vida.
Cada doctor visitado daba muy diferentes recomendaciones, pero ninguno
parecía encontrar una definida enfermedad para nuestro longevo protagonista.
El tiempo pasaba y el anciano seguía encontrándose mal, se sentía apático, triste
e incluso carente de apetito. Nadie podía encontrar una solución a su mal. Y fue por esa
razón que decidió emprender un largo viaje en busca de una respuesta. El propio
anciano empaquetó la cosas necesarias y emprendió viaje sin saber muy bien a donde ir.
Pensó que debía visitar otras culturas y se encaminó a Asia. Allí aprendió a
meditar y escuchar. Aprendió a ver más allá de las imágenes pero seguía encontrándose
mal. El destino le había hecho aprender cosas pero no le alivió el dolor. Al estar en
Asia, un destino cercano era Nueva Zelanda. Allí vivió con maoríes y entendió nuevos
mitos y lo que para ellos es la continuidad de la vida. También le enseñaron el Haka. En
conclusión, aprendió a no tener miedo a la muerte. Pero su enfermedad no mejoraba.
Algo cansado pero no abatido, piensa en buscar otro destino. Sin pensarlo mucho, toma
un avión hacia Estados Unidos. Ahora ya buscando un especialista, un doctor o algún
estudioso que le pudiese ayudar. Su dolor no parecía grave pero si constante. Nuestro
amigo siente una presión en el pecho y su cabeza parece no dejarle pensar. Es un gran
tristeza para un hombre que ha dedicado toda su vida a enseñar. Toda su vida ha sido un
pensador y enseñante pero ahora su cabeza no se lo permitía. Eso unido a la presión del
pecho le hacía pensar que algo grave le podría deparar.
En Estados Unidos, le miraron los mejores médicos y psicólogos. Ellos le
recomendaron paz y tranquilidad. Su sugerencia era volver a España y allí buscar ese
lugar donde él se encontrase a sí mismo.
Después de tanto viaje, su destino final era su país, eso sí, hizo un vuelo con
escala en Londres y destino Bilbao. Quería visitar algunos rincones de España antes de
volver a su Salamanca natal. De Bilbao, destacó el guggemheim. En Santander, disfruto
de un largo y tranquilo paseo por el puerto y la bella bahía, pero él seguía sintiéndose igual.
Ya casí llegando a su destino y sin haber encontrado ninguna mejora a su salud.
Decidió hacer noche en un pequeño pueblo de Valladolid, Castronuño. Estaba cansado y
tenía sed. Sin pensarlo dos veces llamo a la puerta de una vivienda en la que había luz.
Tan solo quería un vaso de agua y llamaba temiendo no ser abierto o quizás mal
respondido por los dueños de la casa. Le abrió una señora de unos 70 años y su primera
respuesta fue una sonrisa. No solo le dio el vaso de agua sino que le invitó a cenar.
Durante la comida, toda la familia le hizo sentirse como uno más. Le hablaron de todas
las cosas que había en el pueblo: La Reserva Natural de las Riberas de
Castronuño_Vega del Duero le fueron descritas como un lugar idílico, lleno de bellos
Rincones y con unos paisajes maravillosos. También le hablaron de un mirador desde el
cual se observa el meandro del Duero. Le hablaron del embalse, y de la iglesia
de Santa María del Castillo. Todas estas descripciones iban acompañadas de amor, de
sentido de la permanencia y de orgullo. Nuestro anciano protagonista empezó a sentir
un gran deseo por conocer todo lo que le contaban. Deseaba verlo todo y conocer de
primera persona esos bellos lugares. La ilusión volvía a iluminar su cara y su sonrisa se
iluminó.
A veces nos sentimos vacios, nos sentimos mal. Los cambios son difíciles y en
la vida siempre hay que tener ilusión y objetivos. Nuestro amigo había viajado hasta el
otro lado del mundo, había aprendido muchas cosas pero nunca había hablado con las
personas de los lugares. Eso era lo que le hacía sentirse mal.
Castronuño y sus gentes fueron la llave para que él abriese los ojos. Todos
debemos viajar, conocer lugares pero conocer a sus gentes. Los habitantes de los lugares
a donde vamos son las mejores personas que nos pueden guiar y mostrar el lugar.
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