HUESOS

II Concurso de relatos breves de la Biblioteca Municipal

Autora: Laura Graña Martín (Castronuño)

Categoría: 4 (adultos)

 

El descubrimiento de parte de mi esqueleto fue absolutamente liberador para mí. Sabía que ocurriría algún día pero desde la lejanía veía transcurrir la vida de todos y a veces perdía la esperanza de que me encontraran.

Asistía al espectáculo de la vida de todas y cada una de las personas a las que conocí y me conocieron, sufriendo y alegrándome por los que quise, por los que nunca me olvidaron.

A ti, José, te observé más pacientemente, más aún que a mi asesino, poco me importaba él ya, qué le podía yo hacer. Pero tú me interesabas de manera especial, porque tú sospechabas que fue tu primo el que acabó con mi vida y no lo dijiste, no hiciste nada por saber la verdad. Y eso me dolió tanto como mi propia muerte…

Estuve a tu lado hasta que emigraste a Francia, algunos años después.

Por entonces nos amábamos como se amaban las parejas en aquellos años, casi a escondidas. Castronuño era un pueblo pequeño y la honra era muy importante, más que el amor. Cuánto ha cambiado todo desde entonces, cuando teníamos que vernos al anochecer, en la Fuente de la Salud, lejos de las miradas de todos.

¿Recuerdas cuando me sacaste a bailar en el frontón? Yo no me lo podía creer, tal vez tu osadía se debiera a las pintas de vino que habías tomado antes en la bodega de tu tío.

El día anterior habíamos hablado de ello y estábamos de acuerdo en que no nos acercaríamos el uno al otro, había que disimular por lo menos hasta el verano, en que yo cumpliría 21 años. Pero no pudiste resistir, ¡menos mal!, ya que ese fue el primer y

último baile que disfruté contigo. Si no te hubieras atrevido a hacerlo mis huesos habrían acabado igualmente en el río y no me habría llevado conmigo el recuerdo de ese momento, uno de los mejores de mi vida.

No apareciste después en la Fuente de la Salud tal y como habíamos acordado. En tu lugar fue tu primo Roberto. Al principio pensé que traía noticias tuyas pero enseguida me di cuenta de que sus intenciones eran otras.

Roberto siempre me había mirado de una manera extraña, algo lógico puesto que él era un chico raro, introvertido, malicioso… Nunca me gustó, ya te lo dije. Así que cuando apareció esa noche, intuí que algo malo iba a ocurrir, como así fue.

Todos estos años en que he estado desaparecida he pensado mucho. Intentaba volver a sentir, algo muy difícil cuando una está muerta… Intentaba vehementemente sentir de nuevo tus brazos rodeándome, el calor de tu aliento, tus besos, tu risa, tu inconfundible risa que me llenaba de energía. Sé que me amabas, lo sé.

Te vi cuando desaparecí, me buscabas desesperado, no podías comer, ni dormir, ni hablar. Gritabas mi nombre y llorabas. A decir verdad lloraste por mí durante mucho tiempo, en silencio lo has hecho durante toda tu vida. No logro entender por qué no le preguntaste a él, ¿temías que fueran ciertas tus sospechas?, ¿o llegaste a hacerlo, le preguntaste?

Yo estaba igual de desesperada que tú, impotente asistía a mi búsqueda sin poder guiaros hasta mi cuerpo inerte, cargado de piedras en el fondo del río. Gracias a las obras de la presa de San José, cuando han vaciado el agua embalsada, han aparecido algunos de mis huesos. Los están analizando, aunque los más viejos del pueblo ya sospechan que soy yo.

Medio siglo es mucho tiempo, sobre todo si no puedes dedicarte más que a observar y analizar. Si de algo tengo certeza, es que no hay personas totalmente culpables ni completamente inocentes. Y que cuando sucede algo como lo que me ocurrió a mí, no se debe a una sola causa sino a un cúmulo de circunstancias.

No sirve de nada pararse a pensar qué habría pasado si, por ejemplo, tú hubieras acudido a la cita ese día. Pues el resto de causas bien podrían haberse dado en otro momento, lo que habría provocado, quizá, un final aún peor.

Tu primo murió hace años así que me es indiferente ya que den con el culpable pues su crimen quedará impune. Y flaco favor le harían a su familia descubriéndolo, pues ésta no tiene culpa de haber nacido de ese monstruo.

Y en cuanto a ti, ya tuviste tu condena, demasiado vino hizo que no acudieras a nuestra cita, de lo cual te arrepentiste toda la vida. Y tus sospechas sobre tu primo fueron un continuo suplicio. Pero en tu familia, como en casi todas, las “cosas” se tapaban por el “qué dirán”.

Al fin y al cabo fue un hecho aislado, no se volvió a repetir. Él sólo estaba obsesionado conmigo y mi negativa a su proposición de noviazgo debió trastornarle tanto como para abusar de mí. Me resistí con todas mis fuerzas, tuvo que golpearme para retenerme y lo tuvo que hacer tan fuerte que lo último que sentí fue un profundo dolor en todo mi cuerpo. El dolor y la humillación eran tan grandes que por un momento deseé estar muerta, pero sólo fue un instante, después me repuse y le ataqué. No sirvió de nada, toda su ira se volvió contra mí y me estranguló hasta que perdí la consciencia. Cuando me desperté el dolor había desaparecido, pero no creí estar muerta pues no disfrutaba de esa paz que dicen que sienten las almas, ni vi ningún túnel con luz al final.

Sólo os veía a todos, desde la distancia, flotaba por encima de vuestras cabezas, observaba incrédula lo que estaba ocurriendo comprendiendo poco a poco cuál había sido mi fin…

No sé por qué aún estoy aquí, a veces pienso que es la rabia la que me impide ir a un lugar mejor. Otras veces pienso que quizá no haya otro lugar mejor, ni peor, ni nada… Que las almas vagamos por donde siempre quisimos estar, solas, observando el mundo.

Cuando soy optimista pienso que quizá la razón por la que sigo aquí es que cuando mueras volverás a mí. Éste no sería un mal destino si lo pudiese compartir contigo, por eso te espero, de ahí mi arraigo a estos hermosos parajes de la ribera del Duero. Me aferro al recuerdo de tu amor con la esperanza de volver a estar juntos, esta vez eternamente.

El descubrimiento de parte de mi esqueleto fue absolutamente liberador para mí. Sabía que ocurriría algún día pero desde la lejanía veía transcurrir la vida de todos y a veces perdía la esperanza de que me encontraran.

Asistía al espectáculo de la vida de todas y cada una de las personas a las que conocí y me conocieron, sufriendo y alegrándome por los que quise, por los que nunca me olvidaron.

A ti, José, te observé más pacientemente, más aún que a mi asesino, poco me importaba él ya, qué le podía yo hacer. Pero tú me interesabas de manera especial, porque tú sospechabas que fue tu primo el que acabó con mi vida y no lo dijiste, no hiciste nada por saber la verdad. Y eso me dolió tanto como mi propia muerte…

Estuve a tu lado hasta que emigraste a Francia, algunos años después.

Por entonces nos amábamos como se amaban las parejas en aquellos años, casi a escondidas. Castronuño era un pueblo pequeño y la honra era muy importante, más que el amor. Cuánto ha cambiado todo desde entonces, cuando teníamos que vernos al anochecer, en la Fuente de la Salud, lejos de las miradas de todos.

¿Recuerdas cuando me sacaste a bailar en el frontón? Yo no me lo podía creer, tal vez tu osadía se debiera a las pintas de vino que habías tomado antes en la bodega de tu tío.

El día anterior habíamos hablado de ello y estábamos de acuerdo en que no nos acercaríamos el uno al otro, había que disimular por lo menos hasta el verano, en que yo cumpliría 21 años. Pero no pudiste resistir, ¡menos mal!, ya que ese fue el primer y

último baile que disfruté contigo. Si no te hubieras atrevido a hacerlo mis huesos habrían acabado igualmente en el río y no me habría llevado conmigo el recuerdo de ese momento, uno de los mejores de mi vida.

No apareciste después en la Fuente de la Salud tal y como habíamos acordado. En tu lugar fue tu primo Roberto. Al principio pensé que traía noticias tuyas pero enseguida me di cuenta de que sus intenciones eran otras.

Roberto siempre me había mirado de una manera extraña, algo lógico puesto que él era un chico raro, introvertido, malicioso… Nunca me gustó, ya te lo dije. Así que cuando apareció esa noche, intuí que algo malo iba a ocurrir, como así fue.

Todos estos años en que he estado desaparecida he pensado mucho. Intentaba volver a sentir, algo muy difícil cuando una está muerta… Intentaba vehementemente sentir de nuevo tus brazos rodeándome, el calor de tu aliento, tus besos, tu risa, tu inconfundible risa que me llenaba de energía. Sé que me amabas, lo sé.

Te vi cuando desaparecí, me buscabas desesperado, no podías comer, ni dormir, ni hablar. Gritabas mi nombre y llorabas. A decir verdad lloraste por mí durante mucho tiempo, en silencio lo has hecho durante toda tu vida. No logro entender por qué no le preguntaste a él, ¿temías que fueran ciertas tus sospechas?, ¿o llegaste a hacerlo, le preguntaste?

Yo estaba igual de desesperada que tú, impotente asistía a mi búsqueda sin poder guiaros hasta mi cuerpo inerte, cargado de piedras en el fondo del río. Gracias a las obras de la presa de San José, cuando han vaciado el agua embalsada, han aparecido algunos de mis huesos. Los están analizando, aunque los más viejos del pueblo ya sospechan que soy yo.

Medio siglo es mucho tiempo, sobre todo si no puedes dedicarte más que a observar y analizar. Si de algo tengo certeza, es que no hay personas totalmente culpables ni completamente inocentes. Y que cuando sucede algo como lo que me ocurrió a mí, no se debe a una sola causa sino a un cúmulo de circunstancias.

No sirve de nada pararse a pensar qué habría pasado si, por ejemplo, tú hubieras acudido a la cita ese día. Pues el resto de causas bien podrían haberse dado en otro momento, lo que habría provocado, quizá, un final aún peor.

Tu primo murió hace años así que me es indiferente ya que den con el culpable pues su crimen quedará impune. Y flaco favor le harían a su familia descubriéndolo, pues ésta no tiene culpa de haber nacido de ese monstruo.

Y en cuanto a ti, ya tuviste tu condena, demasiado vino hizo que no acudieras a nuestra cita, de lo cual te arrepentiste toda la vida. Y tus sospechas sobre tu primo fueron un continuo suplicio. Pero en tu familia, como en casi todas, las “cosas” se tapaban por el “qué dirán”.

Al fin y al cabo fue un hecho aislado, no se volvió a repetir. Él sólo estaba obsesionado conmigo y mi negativa a su proposición de noviazgo debió trastornarle tanto como para abusar de mí. Me resistí con todas mis fuerzas, tuvo que golpearme para retenerme y lo tuvo que hacer tan fuerte que lo último que sentí fue un profundo dolor en todo mi cuerpo. El dolor y la humillación eran tan grandes que por un momento deseé estar muerta, pero sólo fue un instante, después me repuse y le ataqué. No sirvió de nada, toda su ira se volvió contra mí y me estranguló hasta que perdí la consciencia. Cuando me desperté el dolor había desaparecido, pero no creí estar muerta pues no disfrutaba de esa paz que dicen que sienten las almas, ni vi ningún túnel con luz al final.

Sólo os veía a todos, desde la distancia, flotaba por encima de vuestras cabezas, observaba incrédula lo que estaba ocurriendo comprendiendo poco a poco cuál había sido mi fin…

No sé por qué aún estoy aquí, a veces pienso que es la rabia la que me impide ir a un lugar mejor. Otras veces pienso que quizá no haya otro lugar mejor, ni peor, ni nada… Que las almas vagamos por donde siempre quisimos estar, solas, observando el mundo.

Cuando soy optimista pienso que quizá la razón por la que sigo aquí es que cuando mueras volverás a mí. Éste no sería un mal destino si lo pudiese compartir contigo, por eso te espero, de ahí mi arraigo a estos hermosos parajes de la ribera del Duero. Me aferro al recuerdo de tu amor con la esperanza de volver a estar juntos, esta vez eternamente.

Author: Castronuño

Compartir este Post en

7 Comentarios

  1. Me ha encantado el relato. ¿Está basado en personajes reales?

    Publicar una respuesta
    • Muchas gracias. El relato no está basado en personajes reales y desconozco si en Castronuño ha ocurrido algún hecho similar alguna vez, aunque lo dudo. Lo que sí es cierto es que es un tema que está a la orden del día y supongo que me he sentido influída a la hora de escribirlo.

      Publicar una respuesta
  2. Me ha encantado, quiero más y eso es buena señal. Para mi es el ganador. Felicidades Laura.

    Publicar una respuesta
    • Muchas gracias. Habrá que intentarlo el año que viene, vuestros comentarios animan a hacerlo.

      Publicar una respuesta
    • Muchas gracias, emociona mucho que la gente disfrute leyendo.

      Publicar una respuesta

Responder a Laura Graña Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *