Hay un edificio bellísimo en Castronuño; por sus pasillos han pasado casi todos los habitantes de Castronuño. Estoy hablando de la Escuela Municipal.
Lleva años cautivándome con su magnificencia y me consta que no soy la única, pues son varios los galdarros que me han manifestado la misma opinión. Tras una ruta guiada, un vecino aficionado a la fotografía, muy bueno en dicha actividad, por cierto, me plantea una propuesta: tú pones la letra y yo las imágenes… Aquí lo tienes, amigo, estas líneas van dedicadas a tu persona.
Antes de estar construido el colegio, allá por el siglo XII, se levanta en ese mismo lugar la Iglesia Santa María del Castillo. Denominada así, porque, además de ubicarse dentro de la antigua fortaleza, su alto campanario servía, tanto para llamar a la oración, como atalaya defensiva que guardaba la frontera en tiempos de guerra.
Tras muchos años obviando su deterioro y sin reparaciones importantes, la nave principal se desmorona, trasladándose el culto a la Ermita de San Juan de Los Caballeros. De hecho, lo que hoy es la calle Escuelas, en su día fue la calle Iglesia. Mas, no sólo se cambia la ubicación de las actividades religiosas, sino que, también se lleva el nombre, quedando la ermita, antes citada, como Iglesia de Santa María del Castillo.
El Dictador Primo de Rivera ordena la construcción de las actuales escuelas en el mismo lugar en que se ubicaba la derrumbada iglesia, aprovechando aquellas piedras en los cimientos y el zócalo. En 1933, nuestras escuelas se inauguran de manos del Alcalde Delfín Rodríguez. Para tal ocasión, debajo del balcón de la fachada principal, bajo la primera piedra de la edificación, se coloca el periódico del día, la Constitución en vigor y las monedas de curso legal de la época.
Sus paredes están cubiertas con grandes piedras de suave tonalidad que contrastan con el ladrillo rojo; sus grandes ventanales llenan las aulas de luz natural y su ubicación es perfecta: el borde de la ladera del Parque de la Muela. Dudo que haya colegiales con mejores vistas que los alumnos de Castronuño.
En su día, fue uno de los edificios más modernos de la provincia de Valladolid. Disponía de agua corriente que se elevaba desde el río Duero mediante motores, agua caliente, lavabos y retretes. Han de pasar veinte años para que las casas de Castronuño disfrutaran de estos privilegios.
Este edificio ha cambiado con el paso de los años, excepto en las escaleras de madera, que son las mismas. ¡Imagina cuántos niños han pisado esos escalones!
Uno de los cambios, por ejemplo, es la entrada al piso superior. Esta entrada no existía en el edificio original, puesto que era un balcón. Si te fijas, puedes darte cuenta a simple vista, de que así fue.
Dado que la educación estaba separa en sexos, había dos entradas y dos patios de recreo, siendo el delantero el de las mujeres y el patio trasero el de los varones.
Estos patios han sido lugar de recreo, pista de baile e incluso cementerio. De hecho, en la década de los noventa, los colegiales fueron trasladados unos meses al ayuntamiento para sus tareas lectivas, mientras cientos de nichos se vaciaban en los patios de recreo. Tumbas colocadas hace siglos alrededor de la, ya citada, Iglesia Santa María del Castillo.
Todo aquel que haya sido colegial en este imponente edificio, recordará diferentes anécdotas cada vez que lo ve: la leche americana dirán algunos, la llegada del bibliobús, dirán otros más jóvenes… También puede venir a la mente la imagen de ciertas personas: hay quien se acordará de Doña Alfia o Don Zacarías… En mi caso, de Carmina, mi profesora de Lengua y la primera en inculcarme la importancia de cuidar el medio ambiente.
Y ahí siguen las escuelas, tras 84 años nutriendo las mentes de nuestros jóvenes. Esperemos que sobrevivan al despoblamiento rural y, por muchos años, se sigan oyendo los gritos y risas de los colegiales, disfrutando del recreo.
5 septiembre, 2018
Me asombra lo leído en el tema de los nichos, jamás supuse q. en mi época estaríamos en el batió bailando cerca o sobre cadáveres 🤔🤔