La historia tan divertida que os voy a contar es la de una perrita muy mona y bella pero a veces un poco traviesa, y una niña. Las dos tenían unos corazones especiales, buenos y bondadosos. Esta historia tuvo lugar en Castronuño, un lugar en el que todas las personas estaban felices y muy alegres.
Lila es la perra de Sara, que es su dueña, que tiene 10 años y le gustan mucho los perros. Lila es un pastor alemán muy dulce y le encanta perseguir mariposas de muchos colores, sobre todo si son amarillas, su color favorito. Son muy buenas amigas y siempre se ayudan y quieren lo mejor la una para la otra. Siempre están juntas y se divierten más que cualquier ser vivo.
Un día Lila se tropezó con una piedra y se rompió la pata. Cuando fue al veterinario la escayolaron. A Sara le dio mucha pena. Bastante tiempo después le quitaron la escayola y la perrita se sintió rara pero no sola porque en todo momento Sara estuvo a su lado y no la dejó sola. Nunca dejarían solo/la a alguien que necesitara su ayuda. Y aunque a veces lo creas, no estuviste, estás ni estarás sola/lo.
Al día siguiente fue Sara la que se rompió un tobillo, cuando fue al médico la escayolaron y Lila estuvo todo el tiempo con Sara para devolver a Sara el gran favor que había hecho por ella. Cuando le quitaron la escayola, Lila hizo lo mismo que Sara había hecho por ella. Lila cuidó muy bien de Sara igual que Sara de Lila. Ellas se ayudaron la una a la otra porque tenían muy buenos sentimientos, siempre se ponían en el lugar de los demás y nunca pero que nunca se las pasó por la cabeza dejar solo o sola a alguien o despreciarlo/la.
De repente oyeron a alguien decir ¡auxilio! y sin pensárselo dos veces corrieron todo lo rápido posible hacia el lugar donde se oía el grito. Cuando llegaron a una plaza llena de gente vieron a un niño llamado Juan que no encontraba a sus padres. Sin dudar, fueron al rincón donde se encontraba Juan. Sara preguntó a una señora si podía llamar a sus padres. Luego le dictó el número de sus padres para que fueran allí y preguntarles si Juan podía quedarse con ellos. La respuesta de los padres fue sí.
Los días pasaron muy rápido y aunque pusieron carteles… no aparecieron sus padres. Al final Juan se quedó a vivir como hermano pequeño de la familia. Juan echaba de menos a sus verdaderos padres y todas las noches rezaba para encontrarlos y cada vez estaba más triste.
A las demás personas de su nueva familia les daba pena el pobre muchacho y por eso esa noche se quedaron despiertos y buscaron a sus verdaderos padres y al final, cuando les encontraron sus padres estaban muy felices de que su hijo estuviera bien. Juan estaba agradecido con todas las personas que le habían ayudado.
Y ya nunca se sintió solo porque sabía que en el mundo a veces pasan cosas malas y otras veces buenas pero siempre hay gente que hace del mundo un lugar mejor con todos los actos que realizan teniendo muchas buenas intenciones y al hacer esas cosas se convierten en mejores personas de las que ya eran cuando nacieron y lo mejor que tienen esas personas es que nunca han perdido la esperanza y cuando algo no les sale bien lo han seguido intentando hasta que les ha salido bien.
Esta historia es la que os he contado y espero que os haya gustado tanto como a mí me gustó cuando me la contaron. Sentí los mejores sentimientos que había tenido en toda mi vida.
FIN
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