Duendes y hadas en Castronuño

IV CONCURSO DE RELATOS BREVES DE LA BIBLIOTECA MUNICIPAL DE CASTRONUÑO

Título del relato: Duendes y hadas en Castronuño

Categoría 1 (de 8 a 11 años)

TERCER PREMIO

Autor: Julia Famelgo Ruiz 

 

¿Sabíais que en Castronuño, debajo de la tierra que cultivan los agricultores, hay duendes y  hadas? Bueno, y no solo hay hadas y duendes en Castronuño,  sino que también están las personas que habitan sus calles.

Hoy, os voy a presentar a una niña que es, nada más y nada menos que amiga de los duendes y de las hadas. Esta niña se llama Nerea y tiene 11 años, le gusta tocar la guitarra, jugar al baloncesto, al rugby, nadar y tiene un ratón que rescató en la granja de sus tíos. También tiene un hermano llamado Víctor.

Ya que tiene que guardar el secreto de que conoce a muchos duendes y aún más hadas, Nerea no le ha contado nada a nadie.

Un día soleado, Nerea fue a visitar a sus amigos secretos, los duendes y las hadas. Justo cuando fue a abrir la trampilla secreta del pueblecito, escuchó una voz a sus espaldas que le resultó familiar. ¡Oh no, era su hermano! Su hermano vio a dos hadas y luego a su hermana, puso cara de niño bueno y un segundo después corrió hacia donde estaba su madre. Menos mal que Nerea llegó a tiempo, porque su hermano estaba a punto de soltarle a su madre lo que había visto. Nerea rápidamente tapó la boca a su hermano y se lo llevó de allí.

Más tarde le contó lo que era esa mini puerta que había visto y se lo presentó a las hadas y a los duendes. Al día siguiente, cuando salieron del cole, los dos hermanos volvieron a casa a comer y luego se fueron a la ciudad enterrada. Cuando llegaron, el más mayor de los duendes, salió de la mini puerta del mundo mágico con un frasco en las manos y un duende y un hada a sus espaldas. Nerea y Víctor saludaron al viejo duende y le preguntaron qué era ese frasco que llevaba en las manos. Este les respondió que él mismo había encontrado la fórmula para hacer que algo o alguien grande se hiciese pequeño. Nerea y su hermano se miraron y los dos entendieron que el viejo duende les estaba proponiendo minimizarlos con esa fórmula y que entraran a ver el mundo de los  duendes y hadas. Cada uno tomó un poco del frasco y al instante eran de la misma altura que el viejo duende y sus guardaespaldas.

Al entrar en el mundo mágico se les inundó el alma de alegría, ¡aquel lugar era precioso! Nada más entrar, fueron a visitar el parque acuático que era igual que el de Castronuño ¡Pero en miniatura! Con tres mini toboganes azules y el tobogán nuevo que parecía una lombriz.¡Vaya chapuzón que se dieron! Cuando se secaron fueron al parque de La Muela, donde  se columpiaron un buen rato en los columpios y se tiraron unas cuantas veces por el tobogán. Después pasearon por el Paseo de los Almendros y encontraron los primeros almendros en el suelo. Y al final de su excursión visitaron la Presa y el río Duero, que era del tamaño de un ciempiés. Cuando terminaron de visitar todos los lugares  exóticos, se sentaron en un banco y se dieron cuenta de que ese lugar era igualito al Castronuño normal. La verdad es que ese sitio tenía sus cosas raras, una de ellas era que no todos los objetos se llamaban igual, por ejemplo, al tobogán en vez de llamarle tobogán se le llamaba tobogante y con el columpio y el balancín pasaba lo mismo, y era muy divertido escuchar  hablar a alguien de esa forma.

Mientras estaban sentados descansando vieron que las hadas y los duendes se empezaban a alborotar y ahora todo el mundo corría de aquí para allá intentando encontrar un sitio donde esconderse. Nerea y Víctor no conseguían divisar al viejo duende, por lo que se metieron en un callejón sin saber lo que pasaba. De repente le encontraron al otro lado de una ventana cogiendo uno de sus frascos de la estantería de su habitación, y al instante les hizo una señal, diciéndoles que entraran en su casa sin hacer ruido. Nerea y Víctor hacían el menor ruido posible, a sus espaldas sentían una suave brisa. Al fin llegaron a la casa del viejo duende, este les dijo que un ratón enfurecido se había colado por el hueco del mundo mágico con el fin de coger todos los alimentos que habían recolectado durante todo el invierno los duendes y las hadas. Tras contarles lo que ocurría fuera, el viejo duende salió de la cabaña con un montón de duendes y hadas en busca del animal. Nerea y Víctor no dudaron ni un segundo en ayudarles a sacar al ratón del mundo mágico.

En cuanto vieron al ratón, Nerea y Víctor le reconocieron enseguida. ¡Era el que habían curado y dado de comer en la granja de sus tíos! Víctor y Nerea le intentaban hacer señas, pero el ratón no les reconocía, tenía tanta hambre que casi se comió a los hermanos y a todos los demás duendes y hadas. El ratón cada medio minuto, como por arte de magia se hacía más y más grande, ¡esto ya sí que era un reloque! ¡Ni el sabio duende sabía qué hacer! Pero a Nerea y a Víctor se les ocurrió una muy buena idea. Consistía en que irían ellos dos a reunir a todas las personas de Castronuño, y así, con la fuerza de todos juntos  el ratón se asustaría. Al mini pueblecito de duendes y hadas les pareció una buena idea y un segundo después el viejo duende mandó a unos quince duendes y quince hadas a que se pusieran a hacer más líquido para minimizar los objetos, las personas, las ciudades, las plantas y los animales. Mientras tanto, a Nerea y a Víctor les dieron una mochila en la que llevaban: una mini botella de agua, algo de comer y un láser por si algún humano les quería pisar, que al dispararlo la persona se quedaría inmóvil. Los dos hermanos al tener todo el equipaje listo, se despidieron de los duendes y de las hadas y se fueron a Castronuño.

En Castronuño ahora mismo se respiraba una tranquilidad absoluta y Nerea y Víctor empezaron por su casa y por la de sus familiares a convencer a la gente para que les ayudara. Claramente, en un primer momento nadie se lo creía y pensaban que estaban soñando, pero ante la convicción de los niños, la gente se fue animando a ayudarles.

La mini población de duendes y hadas pensaron que estaban perdidos cuando  vieron a un montón de niños, adultos, ancianos y bebés que venían corriendo detrás de Nerea y Víctor. ¡Lo habían conseguido! ¡Habían traído a todos los vecinos de Castronuño! En la  misma puerta les dieron de beber el líquido minimizante. Todas las personas se metieron en el mini pueblo y, al igual que cuando Nerea y Víctor lo vieron por primera vez, los habitantes de Castronuño se quedaron impresionados al ver duendes, hadas y que el mini pueblecito era igual que el suyo.

Cuando Nerea y Víctor terminaron de hacerles una visita turística, les explicaron el plan para detener al ratón. Al acabar de contarles el plan fueron al ataque. Todas las personas de Castronuño, junto con algunos duendes y hadas, rodearon al ratón, y Nerea, Víctor, el viejo duende y algunas hadas cogieron una gran red y se la tiraron encima. ¡Lo habían atrapado! Pero… el ratón se enfureció y tiró la red a un lado, gritó y se escapó hacia el parque de “La Muela”. Cuando llegó allí, ¡el ratón casi destrozó el parque! Mientras que las personas de Castronuño, los duendes, las hadas, Nerea y Víctor intentaban asustarle. El ratón entonces corrió hacia el parque acuático. El animal hacía intención de destruir los árboles, intentaba tirarse por los toboganes aunque no lo conseguía, más que nada porque no cabía por algunos. Cuando el ratón se hartó, huyó de allí pisoteando las flores del parque al pasar. Se encaminó hacia la presa, donde quería salpicar a todos y beberse toda el agua. Pero rápidamente  llegaron los duendes y hadas y todos los habitantes de Castronuño con pistolas de agua que llevaban dentro el líquido para hacerse pequeño. Apuntaron hacia el ratón y le dispararon. En unos instantes el ratón se hizo pequeño y entonces Nerea y Víctor cogieron al ratón en brazos, le acariciaron cariñosamente y ahora sí que reconoció a sus dueños.

Cuando la gente ya estaban mucho más tranquila, los duendes y las hadas dieron las gracias a Nerea, a Víctor y a toda la gente de Castronuño. Para celebrar la victoria, diez hadas se acercaron y repartieron un mollete y una copa de vino de la denominación de origen Rueda a cada habitante de Castronuño. Al comerlo, los invitados notaron que era una mezcla muy especial, pero antes de tragárselo salieron al Castronuño normal, porque al tomarse esa mezcla tan rica, todos volvieron a su tamaño original.

Después de esta aventura, los duendes, las hadas y los habitantes de Castronuño, se hicieron muy amigos y decidieron celebrar ese día todos los años, comiendo molletes y bebiendo verdejo. Y Nerea y Víctor se llevaron al ratón a su casa en vez de dejarlo en la granja de sus tíos, para poder cuidarlo y vigilarlo más de cerca.

Author: Castronuño

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