El río y el pensador de barcos

I Concurso de Relatos Breves de la Biblioteca Municipal de Castronuño

Título: El río y el pensador de barcos

Autor: Esther Álvarez Seoane

Categoría 4 (Adultos)

EL  RÍO Y EL PENSADOR DE BARCOS

 

EL RÍO

Difícil definir la belleza que inspira el paisaje. Cambia en cada estación, cada día, cada hora.

Se suceden auroras tenues, tiernas; explosiones de luz intensa, cegadora; atardeceres que se ensombrecen pausadamente, muriendo lentos como los colores que despiden.

Todo ello, con un testigo inmutable, agua que se desliza por el llano mansamente, el río, El Duero.

En él, se refleja esa luz transgresora de pura intensidad en el cénit del estío,  alguna mañana de invierno, a veces, sólo a veces,  envuelto en una neblina suave, que asciende desde las aguas al cielo, buscando el calor del mediodía.

Ese río, El Duero tiene una vida propia que transcurre en el tiempo y en el espacio.

Se desliza de una manera diferente, siendo en esencia siempre el mismo, si, siempre el mismo, tranquilo, sereno,  en sus estiajes y en sus crecidas, a su paso por la Villa,  inmutable, callado.

Su inmensa fuerza, controlada por la mano del hombre o por su propia voluntad, traza una gran curva, cambiando de dirección, para en ella, calmarse, frenarse, serenarse, como un río maduro, sin los rápidos tumultuosos de su juventud, habiendo recibido como a hijos, otros ríos, otras vidas.

Se nos muestra adulto, dando paz y sentido  a todo lo que le rodea, monte, tierras, incluso a nosotros mismos contagiándonos su paz, amable y sin prisas.

En sus aguas se reflejan, cual cuadros, aves que le sobrevuelan, árboles en todo su esplendor o decrepitud, nubes amenazadoras, es el  espejo en el que vemos esa vida mencionada, como la nuestra, alegre, revoltosa, intensa en la juventud, serena tranquila pausada en la madurez, todo ello fiel reflejo de ese  Duero que riega la vega.

 

EL CHICO

Su vida transcurría alrededor del agua, al menos eso creía, y eso quería. . Es un niño, y ese río era un mar ¡tan grande! Volvía de la escuela y siempre, siempre  se sentaba a mirarlo, cada piedra era un desafío, tiraba cada vez más lejos, nunca llegaba a al agua.

Con el paso del tiempo se olvidó de las piedras, sólo miraba, pensaba, soñaba, anhelaba. Y de nuevo, cada tarde se construía una vida, siempre diferente.

Sería pescador, ¡no! marinero, o mejor construiría barcos; primero pequeños que navegaran en su río, después grandes, inmensos que surcaran los mares.

Pasaba su niñez lentamente, soñando en construirse una vida pero, ¿qué vida?, ¿la vivida, la futura, la soñada?

Allí junto a sus aguas decidió, siendo aún muy pequeño, viviría la soñada. Construiría barcos, pequeños, medianos, grandes… todos.

 

LA BARCA

Aquel otoño, cumplió los 10, el campo se inundó de tonos, verdes tristes, amarillos, ocres. Un domingo se levantó muy temprano, un amanecer incipiente, en el que el sol sólo se adivinaba, entre una neblina tenue, inapreciable  y sin darse cuenta envuelto en sus pensamientos sus pasos le llevaron a la orilla.

El río, su río, inmenso, tranquilo giraba en su sereno discurrir, chocando con la escarpada ladera, erosionándola día a día.

Allí contemplándolo, construyó su primer barco, tan pequeño, tan frágil, un “barquito de papel”.

Pero… ¿cómo va a navegar en el río?, si es ¡fantásticamente grande! Tenía miedo, no lo conseguiría.

Sería mejor empezar en otro sitio menos peligroso. ¡El Caño!, era el lugar ideal. Allí sus barquitos empezaron a navegar. Al principio, eran lentos, efímeros, cada día nuevos, siempre distintos, aquello fue su mar, su mundo, sus sueños, su vida… La soñada.

Construyó en papel, navíos, fragatas, una armada invencible doblegada por las aguas. En ocasiones eran trasatlánticos llenos de viajeros, como el Titanic, pero también se hundían. Construyó barcos pesqueros que se adentraban en el mar del Caño a pescar ballenas, esos, tampoco duraban mucho. Una tarde de invierno, decidió que sus barcos no se hundirían más.

Ahora serán de madera, ligeros pero seguros. Buscó, buscó y buscó  maderas, formas, y por fin entre su padre y él (más bien su padre), construyeron y pintaron una barquita blanca, diminuta que surcara el caño.

En el momento que fue terminada, esa misma tarde al salir de la escuela, corrió al Caño,  llevaba su barquita, con sumo cuidado la depositó sobre las aguas, aguantó, no se hundía, toda la tarde navegando y era perfecto. Mañana la probaría en el río.

El día siguiente resultó muy largo, la mañana no se acababa nunca. Oyendo a la maestra sin escuchar, sólo pensaba en su barco, su barca, y en el rio, su rio, ¡tan grande!…. Miedo a perder la barquita, a que se hundiera, a que se la llevara la escasa corriente río abajo. Esa  tarde, no pudo comer, era tal su excitación. Expectante, casi temblando bajo al río, despacio se acercó a la orilla, respiro hondo, profundo, dejó la barca en el agua, pausadamente, con mimo, temiendo por aquel trocito de madera, era su creación, su sueño, su vida. Esperó, la barca no se movía, no quería separarse de él. Con cuidado le dio un empujoncito con la mano, y ahora, si, lentamente empezó a navegar, a surcar aquel río inmenso que para el chico siempre fue su mar.

La vio alejarse poco a poco, una lágrima, dos, tres rodaron por sus mejillas. El fin de un proceso, el comienzo de un viaje. La barquita ya tenía vida propia.

Y el Chico también, su vida sería el agua, sería pensador de barcos. Sólo los pensaría, no quería luego verlos partir, navegar, no  podría alejarse de ellos para siempre.

Es necesario trabajar mucho para ser pensador de barcos, pero no se amilanó, estudió, trabajó, más y más, de tal forma que su juventud pasó desapercibida, ya era un hombre y  era…  pensador de barcos

Pensó y pensó, barcos de todo tipo, como en su niñez, barcos pequeños, navíos fragatas, trasatlánticos, pesqueros, aquellos que en papel se hundían, ya no.

Y de sus sueños hizo  su vida, la soñada.

 

Y POR FIN LA VIDA

Fue El, el río,el que marcó su camino. Ante El,  eligió la soñada, la que pudo ser y fue, no mejor, no peor, sólo diferente.

Porque la vida siempre ha de ser la soñada: las circunstancias no vienen impuestas, dirigidas, encajonadas, como El, Como el Río, al que el relieve, el camino, el hombre le impone su trayecto.

No nos engañemos, con tesón,voluntad, amor y conocimiento de uno mismo podemos cambiar las circunstancias que nos rodean.

Y entonces,… los sueños, se convierten en realidad, y con ella quizá llegue la felicidad,  no consiguiendo grandes metas, sino las propias, a veces pequeñas, para los demás, insignificantes, para nosotros enormes barcos de papel.

Siendo como El, como el Río, con un discurrir sereno, tranquilo y pidiéndole a la vida, a la soñada, la voluntad de querer vivirla, haciendo de cada momento un sueño, de cada sueño una vida.

 

Sentados en lo alto de La Muela, viéndole, sintiéndole, oliéndole con la calma que nos proporciona el entorno, vemos pasar la vida, la nuestra, como El, como el río, como el Duero, nuestro Duero.

 

FIN.

 

 

 

 

Author: Castronuño

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