El secreto de Elisa de Óscar Modroño Alonso.

Noche Buena de 2016, la familia reunida, feliz, celebrando las fechas que tanto nos gustan, ya que es cuando nos juntamos.

Este sería el segundo año que faltaba mi padre, y la vida tenía que seguir. Mi madre se merecía todo lo mejor pero… digamos que tuvo una vida poco afortunada.

Este año todo cambiaría, saldría a la luz un secreto nunca jamás pensado en mi entorno.

Después de la cena estábamos reunidos conversando y recordando momentos pasados.

Pidió un momento de silencio:

– Quisiera compartir con vosotros un secreto que tu padre me hizo prometer que nunca contaría y que me lo llevaría a la tumba para que descansase con nosotros para siempre. Pero hijo, no podría estar tranquila, sin contarte la verdad de tu historia.

–  Madre ¿qué pasa? ¿Qué sucede?

– Te pido que no me interrumpas, por favor. Tu historia comienza el día que llegaste a mi vida, viniste no dentro de mis entrañas, sino en brazos de la monja que te depositó en los míos. Desde ese mismo momento mi vida dio un giro maravilloso, tenía a mi hijo, el que nunca podría tener, ya que tu padre no podía tener hijos. Serio y recto me hizo prometer en ese mismo momento que jamás contaría nada de lo sucedido. Hijo, con mis ojos llenos de lágrimas mirando tu carita, que me sonreía ajena a todo lo sucedido, me contó que tu madre biológica había fallecido en el parto, que era una mujer liviana, sin familia. Nadie se podía hacer cargo de ti, lo mejor que te podría pasar eramos nosotros, una familia que te iba a dar una educación, un techo y un futuro digno.

Acepté feliz, te tenía, eras un milagro que de otra forma jamás podría realizarse, nadie sufriría, al contrario, hijo, tendrías una familia, ya que… por otro lado, te habrían arrebatado la vida en el momento de tu nacimiento.

– Mamá, ¿pero qué me estás diciendo?, ¡no puede ser!, ¿qué dices?, ¿Estás bien?, ¿te pasa algo?.

– No hijo, estoy estupendamente, todo es verdad, te crié, te di mi vida, pensando que si te habían puesto en mis brazos era para hacerte feliz el resto de tu vida. Pero al morir tu padre y ponerme a colocar y tirar papeleo, me encontré con pagarés a nombre del hospital, por una adopción, ¿entiendes lo que te digo Juan?.Creo que fui víctima también de tu padre, obsesionado por no poder tener hijos naturales creo que te compró, ¿entiendes lo que te estoy diciendo Juan?, eres uno de tantos niños robados en la época de los años 60. Tenemos que investigarlo, quién sabe si tienes otra familia, ¡tu verdadera familia!.

– Pero madre, ¿qué estás diciendo?, no doy crédito a tus palabras, ¡me estás diciendo que soy adoptado!, ¡A mis 50 años!.

– Sí hijo, así es, por la documentación que tenía tu padre escondida es una adopción ilegal, como tantas. No lo dejes en el tintero Juan, puede que viva alguien de tu familia, sería bonito que os conocieseis. Estuve en la comisaría informándome, me dieron un teléfono de una asociación que se dedica a buscar a familiares, di tus datos y lugar de nacimiento, por si había alguna persona que buscase un niño nacido en ese día, y….¡bingo!, llamaron ayer, hay una coincidencia de una mujer que busca a su hermano nacido el mismo día y año que tu. Aquí tienes el teléfono de contacto, Juan por favor, llama que nunca se sabe.

– Madre, déjame que asimile esta noticia que ha descolocado mi mundo, lo hablo con mi mujer y cuando llegue el momento te digo algo. Mientras sigamos con la vida normal.

Pasaron las fiestas Navideñas, las más raras de mi vida, hablamos mi mujer, mi hija y yo de todo lo sucedido. Las dos le daban razón a mi madre… que llamase, que nunca se sabe, que mi madre era tan víctima como yo de todo ese entramado.

El tres de Febrero de 2017, día de mi cumpleaños, me armé de valor, cogí el teléfono e hice esa llamada.

En la asociación me citaron para la siguiente semana. Allí estaba yo a la hora señalada con un nudo en la garganta.

Con la abogada que se hizo cargo de mi caso desde el primer momento nos compenetramos estupendamente. Le di todos los datos que me pidió, fe de nacimiento y libro de familia. Me dijo que con eso se pondría a trabajar y que cuando tuviese algo me llamaba.

Pasó un mes y a primeros de Marzo sonó el teléfono:

– ¡Juan!, ¿Te podrías pasar por mi despacho esta tarde sobre las cinco?

– ¡Claro, allí estaré!, respondí.

 

A las cinco en punto estaba en la puerta de su despacho.

– ¡Pasa Juan!, buenas noticias, según toda la documentación que me pasaste y contrastada con los ficheros de la Policía Nacional que lleva estos casos de niños robados en España, hemos encontrado a tu familia. La prueba del ADN da una fiabilidad del 99,9% . Desciendes de una familia humilde, afincada desde hace años en Castronuño. Tu madre vive todavía, tiene 80 años, se llama Justina y lo mejor de todo es que tienes una hermana gemela llamada Celia, quien estaba buscándote desde hace años. Bueno Juan, por fin has encontrado a tu verdadera familia, ahora está en tus manos conoceros.

– ¡Vaya notición que me acabas de dar!, déjame que lo asimile, hablaré con mi madre, mi mujer y mi hija, muchas gracias por todo.

Salí del despacho rumbo a casa de mi madre, masticando toda la información recibida, tenía una hermana, y dos madres. Vaya historia para contar a mis nietos el día de mañana.

Reunida la familia y puesta al día de los acontecimientos, decidimos que lo mejor era reencontrarnos lo antes posible, así que sin más dilación descolgué el teléfono, con un nudo en la garganta y el corazón a más de cien por hora e hice la llamada que había tardado en realizarse 50 años.

– ¿Diga?

– Buenos días,  ¿hablo con Celia?

– Sí, dígame

– Celia, soy Juan, tu hermano.

Un silencio sepulcral desde el otro lado del teléfono me estaba volviendo loco

– Hola, ¿hay alguien ahí?

Se empezó a oír un susurro, después un llanto que me estaba poniendo los pelos de punta, por fin habló:

– ¡Juan! ¿Te llamas Juan? Mi hermano se llama Juan. ¿De dónde llamas?, ¿dónde vives?, ¿estás bien?

– Todo bien, tranquila, asimilando esta noticia de la cual no tenía constancia hasta hace unos meses.

 

Nos pusimos al día, decidimos reencontrarnos el fin de semana siguiente.

Mi madre estaba torpe pero bien, mi hermana no quiso decirle nada para que fuese una gran sorpresa para ella.

Salimos dirección a Castronuño, una maravillosa mañana de primavera. Ese sábado cambiaría todo. Mi vida empezaría de nuevo conociendo a mi otra familia, mi verdadera familia, de la que me privaron al nacer.

Llegamos a media mañana, al bajar del coche allí estaba Celia, esperando ansiosamente el momento de reencontrarnos, el abrazo fue una experiencia inigualable, un sentimiento que no se puede describir, lloramos, nos miramos, nos palpamos y nos seguimos mirando. Éramos dos personas completamente iguales y diferentes a la vez.

Pasado un rato llegó el momento más esperado, a mi madre por fin le pondría cara, la conocería. Celia entró primero en casa para hablar con ella, mientras yo me desesperaba fuera esperando ansioso ese abrazo. Por fin se abrió la puerta y salía mi madre, una señora maravillosa, curtida por los años. Pese a la edad tenía una cara hermosa,  el pelo canoso, menudita y con un vestido de flores precioso. Venía hacia mí con los ojos llenos de lágrimas, abrazándome con una fuerza que no sé de dónde podría sacarla.

Por mi parte estaba muy emocionado y ver delante de mí a mi madre y hermana, me había llenado de paz interior. Hablamos y hablamos poniéndonos al día de toda una larga vida separados. Nos juntamos las dos familias en una sola después de contarnos toda la historia. Presenté a mis dos madres, las cuales se abrazaron dándose las gracias una por traerme al mundo y la otra por criarme y darme una educación y una carrera.

Desde ese día la vida siguió su rumbo, mi hija conoció a sus primos, con los que se lleva estupendamente, pasando todo el verano con ellos, disfrutando del encanto del pueblo.

Pasaron los meses y llegaron las Navidades, las cuales fuimos a celebrar a Castronuño, ahora ya toda la familia completa, una gran familia que disfrutaba feliz, intentando recuperar esos años robados.

 

 

 

 

 

 

Author: Castronuño

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