Conocida como Gran Florida del Duero, la fortaleza de la Muela de Castronuño se encontraba en lo alto de un cerro, al margen del caudaloso Duero, un sitio estratégico para la defensa, y muy bien comunicado.
La villa estaba rodeada por una muralla dotada de cañones, convirtiéndola en un verdadero bastión defensivo, la puerta del sur de la muralla tenía una entrada entre dos torres y daba acceso al castillo.
A mediados del siglo XII pasó a ser señorío de Don Nuño Pérez de Lara, hombre de confianza y alférez mayor del Emperador Alfonso VII, quién le encargó la repoblación y reedificación de este territorio conquistado a los musulmanes, y al que acabaría poniendo su nombre. Desde ese momento dejaría de llamarse Gran Florida del Duero.
En 1156, Alfonso VII otorgaba la villa a la Orden Militar de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, también denominados Caballeros hospitalarios u Orden de Malta, quienes llegaron a tener el pleno dominio de la villa. Al acoger a pobres y peregrinos, toda villa sanjuanista disponía de hospitales. Utilizaban el castillo para la conserva y custodia de documentos de donaciones y privilegios que afectaban a toda la orden y allí también se celebraron importantes reuniones como los Primeros Capítulos Generales hospitalarios.
En el siglo XIII Castronuño tenía numerosas edificaciones, en parte gracias a la labor sanjuanista, de las que a día de hoy no queda ni rastro, como la muralla, el castillo o las seis ermitas dedicadas a San Andrés, San Sebastián, San Lázaro, San Ildefonso, San Gregorio y San Marcos. Solamente podemos encontrar en pie la iglesia de San Juan de los Caballeros o San Juan Bautista, adoptando el nombre de la Iglesia de Santa María del Castillo. Si callejeamos por Castronuño podemos encontrar la fachada de la casa-palacio del comendador, y el lugar en el que se ubicaban los dos hospitales con sus capillas: el hospital de San Ildefonso (para hombres) y el hospital de Nuestra Señora de la O (para mujeres pobres).
Durante la guerra de sucesión castellana entre Isabel y Juana por la Corona de Castilla, Castronuño defendió los intereses del rey Alfonso V de Portugal apoyando la causa de la reina Juana. En 1476, Alfonso fue derrotado en la batalla de Toro frente a Fernando el Católico, y buscó protección y refugio en el castillo de Castronuño.
En aquel momento el alcaide de la villa era Pedro de Avendaño, quien llegó a controlar y dominar, mediante un tributo monetario feudal, las villas de Tordesillas, Burgos, Ávila, Segovia, Salamanca y Valladolid, entre otras.
Tras once meses de asedio, Pedro de Avendaño negoció con Fernando el Católico su rendición y retirada, a cambio de asegurarse su paso a Portugal con sus familiares y todos sus bienes, además de pedir llevarse la suma de 7.000 florines de oro de Aragón.
Después de la guerra, ya en el reinado de Isabel la Católica, el castillo fue asaltado y desmantelado por sus vecinos, cansados de las imposiciones y tiranías, derribando así las murallas y evitando más guerras.
Carlos Martín Herrero
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