Todos con Mateo de María Marroquín. Primer Premio, categoría 2.

Mateo era un niño más dentro del pueblo de Castronuño, pero, a diferencia de los demás, él era sordo de nacimiento.

Quería muchísimo a su pueblo y decía que lo tenía todo. Gozaba de un precioso paisaje por el que le encantaba caminar y sentir la suave brisa acariciando su rostro. Ver las espectaculares estampas que le ofrecía el entorno era asombroso para él. E ir hasta La Muela y, en  el mirador, poder observar el Duero en su transcurso, con esa gran curva que trazaba, era un auténtico placer para él y más aún si lo hacía acompañado de su familia. Tampoco olvidaba los impresionantes rincones y edificios que veía cuando paseaba por la villa.

Mateo era muy conocido en Castronuño. No le agradaba que el motivo de ello fuera su sordera. Toda la gente le trataba muy bien y eran muy amables con él. Pero Mateo notaba que le sobreprotegían por su sordera y quería sentirse igual que los demás. Tampoco le gustaban los gestos y sonrisas de compasión.

Por ello, escribió una carta al alcalde de Castronuño explicando su situación y cómo se sentía.

El alcalde contestó pidiendo disculpas y le dijo que haría todo lo posible para revertir esta situación. Y como ya quedaba poco para las fiestas de Castronuño, que se iban a celebrar el 29 de septiembre, se comprometía a hacer algo para que Mateo se sintiera mejor.

La respuesta del alcalde dejó expectante a Mateo, a quien le encantaban las fiestas del pueblo, sobre todo porque siempre se organizaban emocionantes encierros y divertidos bailes populares. Además le fascinaba comer en esos días los platos más típicos, entre los que se encontraban sus favoritos: patatas con hígado y sangre y de postre puchas.

Llegó el 29 de septiembre y las fiestas. Mateo estaba intrigado y pendiente de lo que pudiera ocurrir.

Al llegar a la plaza observó que habían instalado una pantalla junto al ayuntamiento y le sorprendió.

Cuando comenzó la lectura del pregón vio que en la pantalla aparecía el discurso del pregonero y lo pudo ir leyendo a la vez que se pronunciaba.

Tras el pregón el alcalde deseó a todos felices fiestas y añadió:

“Como ya sabéis todos, en Castronuño, nuestro pueblo, tenemos un enorme y fiel compromiso con el bienestar de todos los ciudadanos y nuestros visitantes para poder alcanzar el esplendor de la felicidad y hacer que en Castronuño sólo reine la alegría.

Somos solidarios y sabemos dar la oportunidad a quienes tienen alguna discapacidad para que nos demuestren todos sus dones, siendo abiertos e integrándolos, evitando que por razón de sus limitaciones no les tratemos con normalidad.

Por eso quiero que todos nosotros nos pongamos ahora en su lugar. Mañana se celebrará una fiesta durante dos horas para demostrar a nuestro vecino Mateo que para nosotros es uno más y le queremos tal y como es. Nos pondremos todos unos tapones en los oídos y no podremos oír nada, sintiéndonos igual que Mateo.”

Mateo se puso muy contento con la propuesta del alcalde.

La iniciativa fue bien recibida por los habitantes de Castronuño, ya que todos querían lo mejor para Mateo.

La fiesta estuvo llena de alegría, diversión y risas. Pero, lo más importante fue que todos estaban siendo conscientes de las dificultades que acarreaba el no poder oír.

Mateo pudo mostrar sus numerosas habilidades, que antes no había conseguido mostrar por sentirse diferente. Tenía una gran imaginación y conocimientos de todo tipo. Tuvo la oportunidad de demostrar todo lo que valía.

Desde aquel día todos supieron que Mateo era un gran genio y persona. La lección de vida que dio permaneció imborrable en la memoria de todos.

Mateo escribió una carta de agradecimiento a todo el pueblo de Castronuño por la oportunidad que le habían brindado y reconociendo que sin el apoyo de todos sus vecinos nunca hubiese podido sacar a la luz sus facultades. Finalizó su escrito diciendo:

“Muchas gracias Castronuño. Tú me has hecho grande”.

 

Author: Castronuño

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